martes, 28 de julio de 2020

CRISIS DE RELIGIÓN.. ¿ES CRISIS EN REALIDAD?

Me dijo un maestro anciano: 
Que el mundo occidental está perdido en su propia perdición..
Creo que es bastante evidente, que la actual crisis, es en realidad una crisis del creyente de la tradición judeocristiana. En el momento presente, y desde hace algún  tiempo, la cultura occidental asiste al cambio «del monoteísmo religioso  al politeísmo cultural». O expresado de otra manera:  lo que ahora mismo irrumpe con fuerza en nuestra sociedad son distintas  formas y modulaciones  del  politeísmo que,  de una  manera  u otra,  en tiempos  y  circunstancias,  con  formas  y fórmulas  diferentes,  ha constituido  la  aptitud de la contracorriente en el combate secular de la  teología bíblica  contra  la  cosificación  y la utilización perversa que hacen de lo divino  (los ídolos). En  un  momento  en  el  que  los  dos grandes  pilares  de  la  ideología  occidental moderna  (la  razón  y la  historia)  experimentan  una  profunda  crisis  y un agudo desprestigio; ese combate, se libra  sobre todo en el  ámbito  de la  naturaleza  con un  poderoso acicate antiilustrado,  que  se  refleja  a  través  de  las  múltiples  y,  a menudo, ambiguas manifestaciones del mal llamado «retorno de lo religioso» de nuestros días. Como no podía ser de otra manera, la sobreabundancia  y provisión de los valores que ofrece  nuestra  sociedad  [el politeísmo de los valores], en todo lo religioso se concreta  con la  presencia  de innombrables dioses efímeros  y «a  la  moda o medida», que,  en  nuestros días,  se  disputan  la  atención, como lo son el dinero y el culto de los moradores. Creemos que hay cuatro factores que determinan poderosamente la situación de éste momento histórico:  
A/ La fragmentación de la conciencia de los individuos a causa de la brutal sobreaceleración de su tiempo vital;
B/ El sometimiento, casi incondicional de las personas a los dictados de los medios; 
 C/ La desintegración de la comunidad como consecuencia de la creciente debilidad en el vínculo social; 
D/ La preponderancia creciente de las comodidades que, en muchos casos, se muestran con caracteres claramente enfermizos: de ahí la importancia que ha adquirido el consumismo en las modernas sociedades occidentales. Cuando actúan de manera  coordinada  y compacta,  (estos cuatro determinantes), más que  ayudar  a  describir  la  crisis  de  una  determinada  sociedad,  señalan  su  hundimiento, (con frecuencia),  definitivo  e irreparable.  Toda crisis posee algunos aspectos altamente  positivos, ya que supone en el ser humano la presencia  y actuación hacía unas disposiciones en la búsqueda de nuevos criterios  para enderezar, (a nivel personal y colectivo), la ruta sobre su existencia, porque  se  tiene  el  convencimiento de que el mundo actual nunca es el mejor de los mundos, sino porque  siempre  posee  notables  dosis de  inaceptabilidad, pero siempre puede ser mejorado. El  hundimiento,  en  cambio,  suele  ser  el  «resultado  final»,  de un trayecto, la renuncia inapelable a volver a empezar, el fin de las ilusiones, la abdicación a la búsqueda de sentido en medio del caos que, constantemente,  desde lo psicológico hasta lo sociológico, amenaza a la aventura humana.  Se puede llegar a entender la relación  con la temática de ésta exposición, que, al menos, en términos generales, se puede afirmar que nos encontramos inmersos en una profunda crisis de búsqueda de lo divino, pero en ningún caso, mientras el ser humano, indefectiblemente,  se halle sometido a la contingencia, nos encontraremos  en una situación  de hundimiento o desaparición de  los interrogantes  últimos  del  ser humano  y de  contentamiento con su parte en lo meramente dado y sancionado. En el  momento presente, la crisis de la creencia puede abordarse desde diferentes perspectivas,  pero casi  siempre  son complementarias, porque  son el  reflejo  de  las distintas  facetas  de  la  compleja  visión  del  mundo  que se  tiene  en  estos momentos. Con frecuencia, se afirma  que nos hallamos  en una situación  de  profunda  crisis  global,  es  decir,  de  falta  de  criterios  orientativos fiables  para  el  pensamiento y la  acción.  En  ésta  exposición, concretar, aunque sea mínimamente,  la problemática  en torno a la actual  crisis de creencias, es partir de un factor de extraordinaria  importancia  en la constitución  del ser humano  y, mucho  más si cabe, para la  tradición  judeocristiana. La tradición se olvida de la memoria, (o mejor), la  tensión que sufre la memoria  y el olvido. Ésta  tensión, con  claros  e influyentes  precedentes en la guía tradicionalista, ha sido determinante  para las  expresiones  y experiencias  que  se han  llevado  a  cabo  en  las  diversas  fases de la larga y compleja  visión  cristiana.  Algunos aspectos importantes  de la temática  no podrán tenerse  en cuenta  de una manera  suficiente.  Me refiero,  por ejemplo,  a la cuestión de los sentidos corporales humanos en la experiencia con el Supremo, en especial  la vista y el oído, que tanta  importancia  tienen  en relación  con el recordar y el olvidar porque permiten el tránsito continuo entre la interioridad y la exterioridad .. indicando por interior aquello que es individual y por exterioridad aquello que es colectivo en el  ser humano. Debo añadir que, (seguramente  por deformación  profesional), considero la problemática desde una perspectiva singular de la espiritualidad, y para entrar en detalles, lo que entiendo por el término, harto conocido, de regulación de intereses polivalentes, que, (en cada caso), tiene que determinarse sobre premisas que lo sustentan y el uso que se hace de él. El interés que puede tener esta reflexión  espiritual para la "teología" operativa  es discutible.  Personalmente, sin embargo, estoy convencido de que los males y la ineficacia práctica de está teología operativa y (especialmente, católica) de éstos últimos siglos, se deben, entre otras muchas causas, a un considerable déficit  en el trabajo teológico, que ha imposibilitado la adecuada contextualización de la creencia pura que no conocen en primera cualidad.
La situación de la memoria  permite  la constitución de la trama histórico-cultural en la que el ser humano ubica sus  provisionales procesos de identificación y las múltiples conexiones y formas de relacionalidad que le permiten, entre vacilaciones, interrogantes y perplejidades, articular su propio conocer y  recordar, (pues la memoria y el recuerdo), son sobre todo un re-acuerdo, que, a partir de la dispersión no crea ninguna unidad.
La memoria. 
No habría «yo» si la memoria  no construyese aquella esfera en la permanencia, en cuyo interior hago como  «yoes»  acciones,  vivencias,  pensamientos  y sentimientos.  No habría  «mundo» si la memoria no vinculase  en un todo más o menos coherente la sucesión de los acontecimientos  y las historias individuales y colectivas, de los cuales,  de otro  modo,  ofrecerían  un caótico espectáculo sin ningún  tipo  de orientación ni de armonía interna.  Construyendo desde el (yo), la memoria colapsa el sentido.. los animales se han excluido por el  hecho de no disponer de una memoria  de sí mismos y del  mundo circundante que  sea capaz  de  articular  las  secuencias  temporales  en  un presente  operativo, siempre contextualizado. 
A  pesar de la ambigüedad, y de todo lo que piensa el ser humano, "hace y siente" la necesidad del recuerdo activo en el pasado que le ayude para tomar conciencia  de la pertenencia  a esa tradición que, por que lo sea,  constantemente  debe  recrearse  y no  encerrarse  en  la  falacia ilusoria, de que «cualquier  tiempo  pasado fue mejor» cuando vaya agonizando la dogmática forma de vivir sin ver la realidad. 
En  relación  con  la  «memoria  familiar»,  ésta  reflexión es también  perfectamente  aplicable en la  cuestión  de  creencia,  sobre  todo, si  la  primera «estructura de acogida» (la  codescendencia) que constituye la imagen  de referencia más  idónea  para  describir  e interpretar  el  más allá, en función de la transmisión, que se inscribe  en la continuidad  de  una  historia  familiar,  con  los particularismos que  la  caracterizan; aunque no tenga la vivencia de «volver  a  revivir», aquello  que conjuga cómo vinculante con  la  experiencia afectiva  de los miembros de la  familia;  es una función  reflexiva, que  se ocupa  de  la  evaluación  crítica  de  todo  lo  que  se  transmite  en  el  seno de la  familia. Teniendo  en  cuenta  su evidente  e  insustituible  importancia  antropológica  para todas las facetas de la  existencia  humana; éstas funciones (transmisión, vivencia  y reflexión)  deberían ser los factores más importantes  de  nuestra sociedad actual,  en la que fuésemos  capaces  de actualizar, (resetear), la  memoria que corresponde  a nuestro  presente. Sólo  de  ésta  manera,  estaremos  en  disposición  de  rechazar  el  olvido y la memoria desmesurada y egocéntrica  de nosotros mismos, y centrarse más en la búsqueda del conocimiento Supremo, sin necesidad de tradicionalismos emergentes que nos limiten con esas tareas.

Continuación en el artículo: EL ISLAM ES PERFECTO.. MUCHOS MUSULMANES NO.

Assalamo aleikum.