viernes, 3 de noviembre de 2017

EL SERVIDOR


El verdadero servidor de Allah está liberado de la oposición de su ego y del Diablo, porque se halla protegido con un escudo constituido de su sinceridad y de su pureza.

El hombre no puede obtener la verdad a menos que sea puro, porque sus atributos mundanos no le abandonarán hasta que la esencia se manifieste en él. Esto es la real sinceridad. Su ignorancia le dejará solamente cuando reciba el conocimiento de la Esencia de Allah. No podemos obtener esto mediante la educación; solamente Allah, sin intermediarios, puede enseñarlo. Cuando Allah (Él Más Elevado) es Él Mismo el maestro, Él nos da el conocimiento de Si Mismo, como Él lo hizo con el profeta Khidr. Entonces el hombre, con la consciencia de lo que ha recibido, alcanza el nivel de la divina sabiduría, donde él conoce a su Señor y adora a Él Quien él conoce.

Aquél que asciende a éste estado tiene la visión del espíritu santo y llega a ver al Amado de Allah, Muhammad (Que la Paz y las Bendiciones de Allah sean con él). Habla con él sobre todo y cada cosa desde el comienzo hasta el fin, y todos los otros profetas le brindan las buenas nuevas de la promesa de unión con el Amado. Allah describe esta condición así:

`Y quienquiera que obedece a Allah y al Mensajero existe con aquellos de entre los profetas y los veraces y los fieles y los rectos sobre los cuales Allah ha otorgado favores y ellos constituyen una excelente compañía! (Sura Al-Nisa , 4:69).

Quien no logre hallar ese conocimiento en su ser, aún leyendo un millón de libros no se convertirá en sabio. El Paraíso es quizás, el beneficio mediante el cual se puede tener la esperanza de adquirir el conocimiento exterior de las cosas auto-evidentes: todo cuanto se ve allí son las manifestaciones de los divinos atributos en formas de luz. No importa cuán perfecto pueda ser el conocimiento del hombre de lo visible y de lo concebible, ésto no le ayudará a entrar en la santidad del lugar sagrado, el lugar cercano a Allah. Porque hacia ese lugar uno debe volar, y para hacerlo se precisan dos alas. El verdadero servidor de Allah es el que vuela a ese reino con las alas del conocimiento exterior y del conocimiento interior, jamás deteniéndose en su camino, nunca distrayéndose en su vuelo por cosa alguna. Allah, hablando a través de su Profeta (Que la Paz y las Bendiciones de Allah sean con él), dice:

Mi servidor, si tú deseas entrar al santuario de Mi intimidad, no prestes atención, ni a este mundo ni al más alto que éste, el mundo de los ángeles, ni siquiera aún a los elevados reinos donde tú puedes recibir Mis divinos atributos.

Este mundo material es la tentación, el diablo, para el hombre de conocimiento. El reino angélico es la tentación de los sabios, y el reino de los atributos divinos es la tentación de aquél que conoce la verdad. Los que se contenten con alguno de estos dominios, se ven rechazados de la gracia de Allah de llevarlos cerca de Su Esencia. Si se rindieran a esas tentaciones, se detendrían, no avanzarían, no se elevarían más a las grandes alturas. Aunque su meta era estar cerca de su Creador, ya no pueden llegar allí. Se han convertido en desviados al apartarse de su objetivo; son los que tienen una sola ala.

El que despierta y se hace perceptor de la verdad recibe tal gracia, tales dones de Allah que ningún ojo mundano ha visto similar, ni tampoco ningún oído material ha jamás escuchado, ni menos ningún corazón mundanal sabe sus nombres. Este es el paraíso de la intimidad. No existen allí ni palacios de joyas, ni doncellas de eterna belleza. Que el hombre sepa su propio valor y no quiera ni reclame lo que no le corresponde! Hazrat `Alí, (quiera Allah ser complacido con él), dice: `Quiera Allah hacer llover Su Caridad sobre los que conocen su propio valor, que saben permanecer dentro de sus límites, que vigilan su lengua, que no malbaratan su tiempo en ociosidad.

El hombre que sabe, debe incorporar la noción de que el hijo del espíritu que nace en el corazón, es el significado de la verdadera humanidad: es decir el verdadero ser humano. El deber educar al hijo del corazón, enseñando unidad mediante ser consciente de la unidad constantemente - abandonando este mundo de materia y multiplicidad, buscando el mundo espiritual, el mundo de los misterios, donde no hay otra cosa que no sea la Esencia de Allah. En realidad no existe otro lugar salvo ‚el, que no tiene fin ni tampoco comienzo. El niño del corazón asciende a las máximas alturas por encima de éste paisaje infinito, contemplando cosas que nadie ha visto anteriormente, de las que nadie podría hablar y a las que nadie podría describir. Ese lugar es el hogar de los que se han dejado atrás a sí mismos y han encontrado la unidad con su Señor. Ellos vieron con el mismo ojo que su Señor - el ojo de la unidad - aquello que percibieron. Cuando contemplan la belleza y la gracia de su Señor, no queda en ellos ningún remanente de su ser temporal. Si uno mira al sol no puede ver nada más, ni tampoco puede verse a sí mismo. Cuando la belleza y la gracia de Allah se manifiestan, qué podría quedar de uno mismo? Nada.

Jesús (Quiera Allah ser complacido con él) dijo: `El hombre ha de nacer dos veces para alcanzar el reino de los ángeles, como los pájaros que nacen dos veces. Es el nacimiento del significado desde el acto, el nacimiento del espíritu desde la carne. Esa posibilidad existe en el hombre. Ese es el misterio, el secreto del hombre. Nace del connubio entre el conocimiento de su religión y su percepción de la verdad, así como todos los niños nacen de la unión de dos gotas de agua.

`En verdad Nosotros hemos creado al hombre desde una gota de fluido seminal, a fin de ponerlo a prueba. Así Nosotros le dimos los dones del oído y de la vista. (Sura Al-Dahr, 76:2).

Cuando el significado se manifiesta en el ser, se hace fácil pasar a través de las superficialidades en el mar de la creación y sumergirse a uno mismo dentro de las profundidades de los mandamientos de Allah.

Todos los universos materiales no constituyen sino una gota, comparados con el mar del mundo espiritual. Es solamente cuando todo esto es comprendido, que el poder espiritual y la luz de los misterios de la naturaleza divina, la verdad real, emana dentro del mundo, sin palabras y sin sonidos.