martes, 31 de mayo de 2022

ABRE TÚ CORAZÓN.


ABRE TÚ CORAZÓN. 
MANTENERSE SIEMPRE EN EL RECTO SENDERO. 
Vivir en conformidad con la Ley divina y con las Normas eternas. Rectitud en las palabras, obras y pensamientos; donde la totalidad de la propia existencia se rija por una actitud pura, justa y noble. Esforzarse por hacer siempre el bien y por hacer todo bien: actuar con voluntad de perfección; hacer todo con esmero y con exquisito cuidado cuanto hagamos, dando lo mejor de nosotros mismos. Comportamiento serio y responsable, con razón e inteligencia y con lo que la conciencia nos dicta; hay que sopesar bien las consecuencias de tus propios actos. Ser sumamente cuidadoso en los propios planteamientos intelectuales o mentales: no dejarse embaucar por esa demagogia que tantas veces obnubila la buena razón. Asegurarse de que nuestras ideas están bien fundadas y que son coherentes, pero que no son fruto de la arbitrariedad, del capricho o de un arrebato momentáneo. Practicar los valores y virtudes que hacen que la vida sea auténticamente humana y digna de ser vivida: honradez, valentía, fidelidad, lealtad, prudencia, discreción, amabilidad, gratitud, perseverancia, diligencia, laboriosidad.

Asentar la propia vida en el amor a la verdad y la sinceridad. Evitar la falsedad y la mentira, la doblez y la hipocresía, la traición a la propia norma interior. Evitar la colaboración con las fuerzas del caos o la rendición a sus incitaciones. No auto-engañarse ni engañar a los demás. Que la verdad guíe nuestras acciones y obligaciones, procurando no equivocarnos, no caer en el error ni desviarnos del recto proceder. Que nuestra vida sea íntegra y auténtica, dando preferencia al ser espiritual sobre el mero aparentar del egocentrismo. 

Formar parte de ésta línea de alta exigencia moral supone nobleza, magnanimidad, grandeza del alma: el ideal que seguimos son los ejemplos que nos han dejado los antiguos, principalmente nuestro Amado Profeta (s.a.w.s). Sólo un alma noble se siente atraída por tan noble y excelsa norma de conducta y guía; sólo en un alma grande pueden entrar y tener cabida en tan elevados principios; sólo un alma grande y noble puede responder a lo que de ella se le pide y/a las altas exigencias que plantea el Camino recto. Cultivar esta nobleza es uno de los principales propósitos de la disciplina tradicional que aquí te encomiendo. 

Ajustar la propia vida a las leyes eternas tal y como son, una expresión de la Voluntad del Creador. El hombre es un cosmos en pequeño, un microcosmos, y ha de regirse por las mismas leyes que regulan el macrocosmos, el grandioso edificio del universo. Esto significa llevar una vida, sana, natural, ordenada, sencilla, sobria y equilibrada, absteniéndose de cualquier cosa que sea anti-natural, y de todo lo frívolo y superfluo, de lo que no es necesario o es perjudicial, de todo aquello que sea artificio y ficción engañosa (así, como por ejemplo, el ingente cúmulo de necedades, necesidades artificiales y problemas inventados que genera la civilización consumista). El orden de la propia vida se ha de reflejar en el Orden que rige a la Creación.

Lo Absoluto no es algo extraño y distante, sinó una realidad omnipresente; presente en el universo entero y en lo más íntimo de nosotros mismos. Recuerda, está tan cerca de ti como lo está tu vena yugular. 

Tener conciencia de la Presencia divina en todo momento; eso significa ser consciente de que Allah es el Dador de nuestra vida, que sin Él nada podemos y que a Él pertenece todo cuanto somos, cuanto tenemos y cuanto hacemos. Conservar siempre vivo en nuestro espíritu el recuerdo de Allah e invocar en todo instante su Nombre. Vivir con la convicción de que el Ser supremo está más cerca de nosotros que nosotros mismos y que la Fuerza divina es lo que actúa en, por y/a través de nosotros. Ver a Allah (ihsan) a través de Su obra, no dentro de lo superficial de las cosas materiales. Sentir a la Divinidad en todas partes y en todo momento; pues no hay nada que exista fuera del Espíritu, no siendo la existencia sinó una manifestación de la Realidad absoluta, la expresión de la Verdad última (Allah), según la designación que recibe el Principio supremo en las diversas tradiciones.

La repetición continua del Nombre divino (el dhikr islámico), y ejercitar la oración (salat) de forma cada vez más perfecta y la invocación con el método empleado en el Islam y en tú Tariqa-Comunidad. La tradición permite al individuo concentrarse en la Presencia inefable y mantener vivo el recuerdo de lo Eterno. El entero edificio tradicional, con la forma de vida correspondiente, descansa en éste recuerdo que nos devuelve la memoria de lo que somos y nos remite al Origen indicándonos de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Assalamo aleikum.