lunes, 17 de abril de 2017

EN LA VÍA NO TODO ES LITERATURA.

La mayoría de los sufíes [que tratan estos temas] consideran que tanto la intimidad como la expansión son producto [de la contemplación] de la Majestad y de la Belleza, [no por las lecturas], pues eso, ya lo han verificado en su propia experiencia cognitiva (almuhaqqiq).. Y los que han tenido autoridad para hablar de éstas realidades místicas, han sido así pues, aquellos que las han verificado con una modalidad de conocimiento, propia de un rango espiritual específico, y que corresponde a un modo particular de expresión.
La mayoría de ellos (coinciden y hablan) de que mucho estudiar no garantiza un grado de espiritualidad, pues muchos terminan locos de mente y tibios de corazón por forzar su capacidad sin aportar (alimentar) en nada al espiritual.
En sus realidades esenciales, (de los sufies contemplativos), dicen también, que la Majestad es sólo de Él y éstos sienten entonces reverencia y apertura, y sin embargo, cuando contemplan la Belleza se solazan y expanden. Por ello han establecido que la Majestad corresponde al divino Poder coercitivo y la Belleza corresponde a la Misericordia, basando su juicio sobre tal relación y en su propia vivencia interior.

La Majestad -dice Ibn Arabi- en tanto que aspecto divino, es un significado que procede de Él (de Allah) y sólo a Él retorna, y cuyo conocimiento Él ha hecho inaccesible para nosotros. Por otro lado, la Belleza es un significado procedente de Él, pero dirigido a nosotros, y éste aspecto es el que nos permite acceder al conocimiento que de Él tenemos, haciendo posibles los descendimientos, las contemplaciones y los estados que nos brinda.
--Esquemáticamente, esto podría expresarse con una doble dicotomía: A. B: 

A>Majestad (de Él a Él). [Majestad absoluta (al-fatalal-mutlaq), la Ipseidad de la Esencia incognoscible o Majestad de la Majestad./= Incomparabilidad].

B>Belleza (de Él a nosotros) [Belleza absoluta (al-fama aI-muilacfl), la Existencia cognoscible de las haecceidades o Belleza de la Majestad= Similaridad] Majestad/Majestad (de la Belleza): Atributos de Poder. Elevación= Intimidad.
Belleza: Atributos de Gracia. Proximidad (duna). Belleza de la Belleza= Temor.

Considerando lo anteriormente expuesto, ha de tenerse en cuenta que (cuando se nos revele la teofanía de la Majestad de la Belleza) hemos de responder con intimidad, ya que si así no fuese pereceriamos, pues la Majestad y el temor conjuntamente no permiten que nada subsista. Siendo esto así, a la Majestad procedente de Él, necesariamente ha de hacerse frente -por parte nuestra- con una actitud de intimidad, gracias a la cual podamos mantenemos en estado de equilibrio durante la contemplación, de modo que seamos capaces de aprender lo que vemos sin quedarnos pasmados y desconcertados. Por el contrario -siendo la Belleza el trato abierto y afable (mubúsata) de la divina Verdad (al-Haqq) con nosotros, y la Majestad Su glorioso poder (tizza) respecto a nosotros-, cuando en la contemplación se nos revela una teofanía de la Belleza hemos de recibir entonces Su expansión con nosotros en Su Belleza con temor reverente, dado que la expansión recibida con expansión conduce a la falta de cortesía, y la conducta inadecuada en la [divina] Presencia es la causa del distanciamiento y la lejanía [que, respecto a ella, se impone a quien no sabe comportarse]. Por ello dijo uno de los verificadores, de entre quienes conocen este significado: "Siéntate [a contemplar la Belleza] sobre esta alfombra (bisat), pero guárdate de la laxitud (ínbisát)."
El juego de palabras contenido en ésta última sentencia merece que hagamos un inciso, ya que, como síntesis de lo precedente, reviste un particular interés. La palabra bísat =alfombra‚ -de la misma raíz léxica (b-s-t) que bast, "expansión‚ regocijo," al par que alude al lugar por excelencia (ya sea físico o simbólico) en donde el místico se sienta a contemplar, evocando también las cualidades de la sencillez‚ la modestia‚ y la llaneza‚ (basáta), las cuales previenen al contemplativo de un estado de euforia o excesiva "laxitud" en la expansión (inbisát) que podría conducirle a la descortesía, y por tanto, al alejamiento. Hasta alcanzar la cima, tan necesaria para el vuelo, el ala del temor, es el ala de la esperanza. Conviene, en éste sentido, compensar los excesos de la ebriedad con la moderación de la sobriedad, ya que «tal como al revelarse Su Majestad [la Majestad de la Belleza] nuestra intimidad nos protege de la falta de cortesía en la [divina] Presencia‚ así mismo, nuestro temor reverente nos guarda de un inapropiado proceder en [la contemplación] de Su Belleza y Su expansión con nosotros».