viernes, 26 de febrero de 2021

EL CONOCIMIENTO VERDADERO.


        EL CONOCIMIENTO VERDADERO. 

Todo conocimiento tiene que ser por definición, el de la Realidad absoluta: esto significa que la Realidad es el otorgante necesario, único y esencial de todo conocimiento posible. Si bien es cierto,  que hay conocimientos que parecen tener otros objetivos, no los tienen como Conocimiento, sinó como modalidades o limitaciones del mismo; tales objetivos, (aparentemente), no son Realidad, esto sucede, (no porque sean Objeto de Conocimiento), sinó porque tienen esas modalidades o limitaciones.

La misma existencia del mundo parece contradecir tales afirmaciones; ¿No es el mundo diferente de la Realidad absoluta, del Uno divino?.. Respondemos: Que el mundo, (aunque no la Realidad), es sin embargo su expresión y por lo tanto de tisular limitación; es, por tanto, (Realidad), no en sí misma, sinó en la medida en que se manifiesta según ciertos límites; y derivan de su infinitud, como veremos más adelante. En consecuencia, decir "mundo" es lo mismo que decir implícitamente El mundo, no siendo Allah, visto por Allah, así se reduce estrictamente a la nada; "pero no siendo nada", Es esencialmente Allah. La idea panteísta queda muy lejos de éste planteamiento y muchísimo más lejos del pensamiento animista. 

El sabio ve el Rostro divino en todo - en aspectos muy diferentes - o, más precisamente, en todo. La aclaración es necesaria para que nadie tenga la tentación de ver al panteísmo como un concepto completamente alejado de él mismo. El panteísta proviene de la incapacidad de ver a Allah en el aparecer, de ahí la confusión, en última instancia atea e idólatra sujeta al mismo tiempo, y entre el mundo y Allah; ésto significa que el panteísmo consiste únicamente en el error de admitir una identidad material y no esencial entre el Principio y la manifestación. La idea de la existencia de Allah, si bien, tiene legitimidad en la visión puramente humana para la existencia, es sinónimo de Conocimiento. 
Como decía un sabio: "el conocimiento es lo único que nos llevaremos de ésta vida". 
El conocimiento del mundo es menos cierto que el conocimiento de la Realidad divina, fíjese usted.. pero en última instancia, siempre es un conocimiento de ésta Realidad, ya que conocemos el mundo porque es real y no por otra razón. La distinción, en el orden de los principios, es en función de la ignorancia, ya que sólo el Uno es real y no lo distinto; por tanto, la distinción es una función del conocimiento en el orden manifestado, donde la relación se invierte con respecto al orden principal. 

Pero el mundo objetivo no es la única limitación del conocimiento universal; el mundo también se ofrece en un aspecto subjetivo: es el macrocosmos, pero implica, (por definición), que el microcosmos, cuya unidad devuelve la diversidad cósmica del Principio, al menos simbólicamente. La distinción entre el yo "y el" no yo "es espontánea, por tanto real, aunque el yo es inseparable del mundo exterior", siendo los dos aspectos completos. Y necesariamente: tan pronto como la Realidad Suprema se revela de manera distintiva, (y por tanto fuera de su Aseidad), el carácter distintivo de su afirmación debe expresarse a través de la complementariedad del conocedor y lo conocido; El hombre puede entonces conocer, (por un lado), la Realidad pura, y por otro el mundo y en él - el Yo - Metacosmos, macrocosmos y microcosmos - sin que el hombre sea diferente por el hecho de conocer desde el Conocimiento, y sin el mundo exterior del ego, como susceptible de ser conocido, (es decir), como real, son diferentes de la Realidad. Decir que nos conocemos a nosotros mismos significa que conocemos la Realidad, ya que somos nosotros mismos; de hecho, y no hay objeto de conocimiento, ni a nuestro alrededor, ni en nosotros, que no sea esencialmente no existencial: la Realidad, si hay un conocimiento.. un conocimiento inmanente, éste es infinito.

Sin embargo, es imposible negar que el hombre no solo sabe, sinó que también actúa, y necesariamente distingue la acción de la Realidad, (sin embargo), no es ajena a la génesis, en el sentido de que la existencia de Allah es, (en todo caso), una primera etapa hacia la divinidad de lo existente, y sólo es un sentido metafísico que no tiene nada de material ni cuaternario en relación con lo terrestre. 

Dicho conocimiento; ahora, si refleja la Realidad divina, la acción también debe reflejarla; si Allah no actuara, (o mejor dicho), si no fuera un otorgante puro en absoluto, la criatura no podría actuar. Pero el otorgante Divino no es más que la expresión principal del Trono Divino. Como otorgante Divino del conocimiento divino es susceptible de la limitación construida por el mundo, así éste mismo conocimiento es susceptible de una limitación universal: y la afirmación, el acto y meta, parece oponerse al conocimiento como el mundo y parece oponerse a Allah; pero en realidad, el conocimiento Divino actúa y el acto divino conlleva.. Creados - o comprendidos - por Allah, sabemos: por tanto, (conociendo), y actuamos. Existimos porque el Omnisciente divino lo sabe, nuestra existencia es la ciencia que el Infinito tiene de nuestra posibilidad.

El sentido y la razón suficiente del hombre consisten en conocer, y conocer significa inevitablemente conocer la Divinidad. Conociendo la Divinidad, el hombre la afirma, la proclama, y necesariamente la enseña, ya que la acción es manifiesta a Allah por definición, y por tanto la criatura no puede hacer nada que no afirme a Allah de ninguna manera; asimismo, tan pronto como el ser vive, actúa, y su acción es la manifestación de su vida. La existencia del hombre, como la existencia de todo ser, no tiene otro sentido que el de afirmar la Divinidad. La Divinidad afirma al hombre dándole existencia, y el hombre afirma - y debe afirmar - a la Divinidad - desde que existe. No afirmar a la Divinidad sólo significaría un paradigma sobre si o no existiéramos; aunque ésta suposición es absurda, dado que existimos.
El hombre, por tanto, no puede evitar afirmar la Divinidad de una forma u otra, puesto que existe. Si lo niega, o más bien cree que niega a la Divinidad, la misma existencia del señor negacionista afirma al Rey que él niega. El hombre puede decir que no, pero su existencia dice que sí. Quien niega la Divinidad niega su propia existencia y le será quitada -porque él mismo se priva de ella- sin querer, y sin embargo, será efectivamente quitada de él, (es decir), de una manera diferente a la simbólica. Si sucede que los seres niegan inconscientemente su existencia, al negar conscientemente la Divinidad, sin poder quitar la existencia, (o no dársela), es sólo porque la Divinidad es infinita y su afirmación debe representar también, (a su manera), ésta Infinidad: en realidad, la Divinidad siendo Infinita, involucra todas las posibilidades inherentes al Infinito; ahora la nulidad es una posibilidad, según el grado que le atribuya la omniposibilidad, y no puede, (por definición), excluir ninguna posibilidad. Si el Infinito no implicara la nada, (en proporción a la posibilidad de ésto), estaría limitado por la ausencia de tal nada, y por lo tanto no sería Infinito. Ahora bien, la nada, aunque es la imposibilidad, puede decirse que es posible en cierto sentido, de lo contrario no sería concebible en absoluto, ni más expresable; ciertamente no es posible en sí mismo, y (de hecho), no tiene realidad ni existencia en sí mismo, pero es posible en el Infinito y en función de él; en otras palabras, si el Infinito dejara su negación fuera de sí mismo, no sería Infinito. La imperfección no es más que un aspecto necesario del Infinito manifestado; la imperfección existe porque el Infinito es infinito, y consecuentemente la no existencia de la imperfección limitaría el Infinito que es, con respecto a ésta imperfección, Perfección. La imperfección no existe en absoluto fuera del Infinito, no teniendo en sí, como hemos dicho, ni realidad ni existencia. El Verbo, la Palabra,  que es la afirmación del Infinito, debe afirmar todos los aspectos o todas las posibilidades del mismo. Por tanto, el Verbo debe detener el mal, no como tal, sinó como la sombra necesaria en la afirmación cósmica del Infinito.

Todo ser, (en cierto sentido), es una manifestación de la Palabra Pura, ya que ningún ser puede sinó afirmar la Divinidad; todo ser lleva consigo imperfecciones, pero sólo como una parte, no como un todo. La nada es posible sólo como parte, por relación o conexión, pero no en sí misma. Solo lo Absoluto es absoluto, y la nada hoy no existe, porque sería la absoluta ausencia de Realidad o existencia. Sin embargo, existe la relativa ausencia de Realidad o existencia, y como hemos dicho, por la omniposibilidad que debe incluir la posibilidad contradictoria de su imposibilidad. La Omniposibilidad o Infinito implica en su sustancia la imposibilidad, y ésto es como una afirmación invertida de Omniposibilidad; la nada es entonces como una propiedad secundaria de la plenitud. El vacío no existe en el espacio, de hecho, el espacio es plenitud ya que el éter está en todas partes; pero el vacío está simbolizado en el espacio por los vacíos relativos que se manifiestan y se agotan, por así decirlo.

(Como el ojo del mundo, que no está contaminado por las impurezas externas que nuestros ojos mortales, perciben y cuentan del Ser único, que en cada  contaminación por el mal que reina en el mundo, ya está dispuesta la posibilidad de la vacuidad que, (en sí misma), es una imposibilidad. Si en el espacio había un vacío, no sería espacio y lo por tanto, no sería estar en el espacio; en consecuencia, no puede existir un vacío en el espacio, aunque el espacio, en su cara de las posibilidades pueda representar simbólicamente el vacío. La imposibilidad es imposible en sí misma, pero es posible, debido a la falta de límites de ésta. La imposibilidad o nada, o la maldad, es como una mancha negra en un cuerpo, un grumo en el corazón latente; la mácula negra significa la inexistencia del cuerpo, pero en realidad no puede disminuir ni limitar la existencia del cuerpo en absoluto.   [Mención a la historia de Muhammad (s.a.w.s) sobre el grumo del corazón].
El cuerpo es en sí mismo un plano de la manifestación y la realidad de la mancha. El mal tiene una realidad sólo como una parte, y no para sí mismo. 
Lo sé, sólo la Divinidad es de hecho real en sí Misma y para sí misma.
Por lo tanto, nada puede oponerse a usted, ya que la existencia de una Omniposibilidad le presta una existencia ilusoria, que afirma la Divinidad. Con ésto queremos decir que todo afirma a la Divinidad, porque todo es afirmado por la Divinidad, y que la nada o el mal existen, sólo en la medida en que afirman la Divinidad; osea, todo tiene su contrario y decir que el gris existe sin el blanco o sin el negro es una contradicción, pero la afirmación es evidente para quienes comprenden el significado ontológico de lo que estoy diciendo sobre la nada. 

La manifestación universal implica un modo perfectamente distinto de la afirmación, (es decir), la sumisión que incluye a todos los seres en igual medida: ¿se puede entonces decir verdaderamente que todo es afirmación, (es decir), conocimiento según el modo afirmativo? Respondemos: El ser es sumiso mientras afirma, y ​​viceversa, sin que se confundan los dos atributos, afirmación y sumisión, pues son ciertamente distintos; pero están completos y uno esencialmente se reduce al otro. La sumisión, (en efecto), es como la modalidad secundaria de afirmación; de hecho, (para poder someterse), uno debe existir. La criatura, en la medida en que no es manifestación de Allah, es sumisión a Allah; afirmamos.. y afirmamos desde la negación del tahlil, "lā ʾilāha ʾillā -allāh..
 (لا إله إلا الله).
Narrado por Abu Hurayra, Sahih Bujari y Sahih Muslim. 

En éste sentido, por referencia al  mencionado anterior, un Maestro de servidor dijo: Un hombre piadoso, (un musulmán), no blasfema por cuanto más alaba a Allah.. sinó por aquello que pierde cuando no lo hace. 

Assalamo aleikum. 

PD. Shaykh Ahmad Salah As Sufi 

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