martes, 25 de mayo de 2021

LA TRANSFORMACIÓN PSICOLÓGICA DEL DHIKR.


LA TRANSFORMACIÓN PSICOLÓGICA DEL DHIKR. 

El dhikr es, en realidad, una fuerza progresiva ejercida por lo Nombrado en el corazón.
A un nivel psicológico el dhikr es un poderoso agente de transformación. Cada átomo de la creación canta Su nombre sin saberlo, y anhela volver a unirse a Él. El dhikr infunde luz.. una luz en la conciencia para éste recuerdo inconsciente. Le infunde el deseo consciente de los enamorados de recordar a su Amado. Conscientemente anhelamos volver a nuestro Hogar, para recorrer el camino.

El viaje de regreso al Hogar es un viaje hacia el vacío psicológico, lo que Jung denominó "individuación". La "individuación" es básicamente un proceso de desarrollo natural inmanente en todo organismo vivo. Es lo que hace que una semilla se transforme en un árbol, o que un gatito se convierta en un gato. Pero cuando conscientemente emprendemos el camino del sendero de la individuación, éste proceso se acelera de manera dinámica. Cooperamos conscientemente con el movimiento del Yo hacia el vacío.

El Yo, (no el ego), es el primer agente de transformación. El ego nos lleva hacia la separación, mientras que el Yo nos impulsa hacia el vacío. Repitiendo Su nombre, sintonizamos con la llamada del Yo para "volver a la raíz de la raíz de nuestro propio yo". El dhikr, cargado con la energía del Yo, opera en el inconsciente, desenredándonos y liberándonos de los complejos, mecanismos y condicionamientos. Un ejemplo es el efecto visible que puede tener el dhikr sobre el miedo o la ansiedad, sentimientos que a menudo acosan a los caminantes. El hecho de repetir Su nombre puede ayudar a disolver estos sentimientos y el control que tienen sobre nosotros.

En nuestros corazones estamos unidos al Amado. Este estado de unión es el vacío del Yo, que está enterrado profundamente en la inconciencia. Acordándonos de Su nombre, activamos la memoria del corazón, la memoria de nuestro estado de preexistencia de vacío. Esta memoria es una realidad dinámica interior, un arquetipo de transformación. Cuando sintonizamos conscientemente con éste arquetipo, permitimos que su energía penetre en cada uno de los rincones de nuestra psique, en cada uno de los átomos de nuestro ser. Gradualmente, el Yo revela su naturaleza, e incluso las células de nuestro cuerpo resuenan con la alegría de su recuerdo, como decía Abu Sa'id: "Cada uno de los átomos de mi cuerpo comenzó a exclamar: ¡Allâh! 
¡Allâh! ¡Allâh!"..
La repetición del nombre de su Amado invisible, que está tan cerca y, sin embargo, tan lejos, representa una profunda alegría para los enamorados. Cuando está cerca, es maravilloso poder agradercerLe la bendición de Su presencia, la dulzura de Su compañía. Cuando está ausente, el dhikr nos ayuda a soportar el anhelo y el dolor, ya que Le llamamos cada vez que respiramos. En momentos difíciles, Su nombre nos da seguridad y ayuda. Nos da fuerza, y puede ayudarnos para disolver los bloqueos que nos separan de Él. Cuando Le llamamos, Él está con nosotros, aunque nos sintamos solos con la carga de nuestros problemas.

Allah ama a aquéllos que Le aman. Se acuerda de los que Le recuerdan. El dhikr nos hace conscientes del vínculo que siempre tuvimos con Él, y de los profundos secretos de la verdadera Unión. El dhikr transporta el sello impreso en el corazón al mundo del tiempo, y también nos devuelve a Él. Gradualmente, comenzamos a tomar conciencia de la profundidad de nuestra conexión, del nexo y momento eterno de unión con Él, que siempre ha existido en nuestros corazones.

El nombre revela lo que nombra, y los que Le aman comienzan a comprender que no hay nada más que Él:
Allah hizo de Su nombre un espejo para el ser humano, para que cuando se mire en él, conozca el verdadero significado de "Allah era y no había nada más que Él," y en ese momento se le revele que su escuchar es el escuchar de Allah, su mirada es la mirada de Allah, su palabra es la palabra de Allah, su vida es la vida de Allah, su conocimiento es el conocimiento de Allah, su voluntad, la voluntad de Allah, y su fuerza, la fuerza de Allah...
Repitiendo Su nombre, los amantes se identifican con el Amado, oculto en sus propios corazones. Al Amado le complace escuchar Su nombre de los labios y de los corazones de Sus siervos y, en respuesta, descorre gradualmente los velos que Le ocultan. Entonces, Sus amantes Le encuentran, no sólo oculto dentro del corazón, sino también en el mundo exterior, de tal forma que "adónde quiera que mires, verás la Faz de Allah".

El Amado se convierte en la compañía constante de los que Le aman. Esta relación de compañía pertenece al más allá y, sin embargo, se vive en éste mundo. Representa la más profunda amistad, y requiere la participación total de los amantes. Somos Sus siervos, y a Él le complace ser llamado "el siervo de Sus siervos". Con el dhikr sintonizamos todo nuestro ser con la frecuencia del amor. Aceptamos tanto el dolor de la separación, como la alegría de conocerle a Él, del que estamos separados. Repetimos el nombre de nuestro Amado, porque nos recuerda a Aquél a quién anhelamos. Decir "Allah" desde el corazón es, simultáneamente, rezar nuestra oración y recibir la respuesta a nuestra oración. Le llamamos, porque no Le hemos olvidado. El recordarle siempre aquí, en éste mundo, es estar siempre con Él. El corazón lo sabe, aunque la mente y el ego no lo sepan. Rumi cuenta la historia de un devoto que estaba rezando, cuando se le apareció Satanás y le dijo:
"¿Cuánto tiempo vas a seguir gritando ¡Oh Allah? Cállate, pues no recibirás respuesta". El devoto inclinó la cabeza en silencio. Poco después, tuvo una visión en la que se le apareció el profeta Khidr, que le decía: "Oh, ¿Por qué has dejado de llamar a Allah?.. "Porque no recibía la respuesta: Estoy Aquí",.. replicó.
Khidr le dijo: "Allah me ha ordenado que viniera y te dijera ésto:
¿No fui Yo el que te puso a Mi servicio? ¿No te dije Yo que pronunciaras Mi nombre? Tu 'Allah!' era Mi y 'Aquí estoy,'
Tu dolor anhelante era el mensajero que Yo te enviaba.

En Todas aquellas lágrimas, llantos y suplicaciones: "Yo" era el imán que las atrajo, y Yo les dí alas".

El mismo mensaje nos transmite el sueño de una mujer, en el que ella aullaba a la luna, sintiéndose terriblemente fracasada y desesperada, porque no recibía ninguna respuesta. Más tarde, comprendió el secreto de la más profunda intimidad del amor: que nuestro llanto es Su llanto por Él mismo. En palabras de al-Hallâj:
Te llamo... No: Eres Tú el que me llamas hacia Ti. ¿Cómo podría decir yo siendo que "¡Eres Tú!", si Tú me has dicho antes, "Yo Soy El que Soy"?!!

EL PACTO.
Con el dhikr expresamos la oración primaria del alma, el recuerdo de Allah. El alma lleva éste recuerdo oculto en el corazón. Al repetir conscientemente Su nombre, reconectamos con el momento eterno del alma, en el que el alma reconoce que Él es el Señor. Esta afirmación es el pacto primordial con Allah. Tal y como se pone de manifiesto en el pasaje del Corán (Sura 7:172), cuando Allah se dirige a "la humanidad aún no creada con las palabras siguientes: ¿No soy Yo vuestro Señor? Y la humanidad responde: Sí, de ello damos testimonio".
La respuesta del alma "Sí, de ello damos testimonio", fue el primer dhikr impreso en el corazón. Cuando decimos Su nombre, llevamos al mundo del tiempo y del espacio el estado instintivo de devoción y de adoración del alma. Con cada respiración repetimos la oración de la adoración del alma, la afirmación de que Él es el Señor. Su nombre, en los labios de Sus amantes, une los dos mundos: el mundo eterno del alma con el mundo temporal, que se experimenta como un estado de separación.

El dhikr es una práctica que ayuda a disolver la ilusión del estado de separación. Mediante el dhikr, la soledad del sendero se reemplaza por Su compañía. Al repetir Su nombre en nuestra vida cotidiana, experimentamos la conexión más íntima del corazón, la promesa primaria de dar testimonio de Él, lo cual produce en nosotros un sentimiento de suma satisfacción, ya que admitimos la necesidad de la vida de reconocer a su Creador. Estamos participando conscientemente en el mayor misterio de la vida: la relación de la creación con el Creador.

Al hacer el dhikr reconocemos la necesidad del corazón de adorar, la necesidad de los enamorados de pensar sólo en el Amado. Nos apartamos de los mecanismos de autonomía del ego y sintonizamos todo nuestro ser con la devoción del alma. Mientras que el ego dispersa nuestra atención en millares de direcciones, interiormente, el corazón siempre está atento a Allah. Repitiendo Su nombre, nos alejamos de lo múltiple y nos acercamos al Uno. Retornamos, de la multiplicidad de la creación, a la unicidad de nuestra propia esencia.

El secreto del dhikr es que el nombre que repetimos no es otro que el de nuestro propio ser interno. En las profundidades del corazón, el alma enamorada y el Amado son uno. "Yo soy Aquél a quien amo; y Aquél a quien amo soy Yo". Invocamos nuestro estado de unión y su vacío dinámico. Transmitimos nuestra propia divinidad a la conciencia. Esta divinidad es, (al mismo tiempo), un estado de unión y un estado de oración y adoración. Dando testimonio de que Él es el Señor, reconocemos la conexión del corazón, la verdad de la unidad del amor.

Sin embargo, detrás de nuestro deseo de recordarLe se encuentra Su gracia, que abre la puerta a Su recuerdo. Sólo cuando Él nos otorga la visión fugaz de la unidad, sentimos el impulso de acordarnos de Él. Le anhelamos porque primero Él nos anhela. El recuerdo es un regalo, otorgado a aquellos que Él llama hacia Él, de regreso a su lado. Por esta razón, el recuerdo jamás puede ser forzado. Es una disciplina nacida de la devoción y de la gracia. Si Él no ha despertado nuestro amor por Él, nos aburriríamos con la constante repetición de una misma palabra. ¿Quién iba a que repetir la misma palabra, en todo momento, día a día, si ésta no estuviera cargada de la belleza que entraña el amor que siente un enamorado al recordar a su amado?. El nombre del Amado sólo es algo nuevo cada vez que se repite para aquellos que están enamorados. El amor no pertenece a la dimensión del tiempo, sinó al momento eterno del alma. Cada vez que lo repetimos, es como si fuera la primera vez. Cada momento es una nueva oportunidad de decir el nombre de nuestro Amado.

Él nos otorgó la gracia de recordarLe. Sin la gracia divina, el dhikr se haría monótono y no tendría sentido. En cambio, cuando las corrientes del amor fluyen desde el corazón de los corazones, Su nombre nos aparta de nosotros mismos y nos lleva de regreso a Él.

Assalamo aleikum. 

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