martes, 7 de septiembre de 2021

SUS BONDADES SOBRE LA TIERRA. DIÁLOGOS SOBRE EL PROFETA.

SUS BONDADES SOBRE LA TIERRA.
DIÁLOGOS SOBRE EL PROFETA. 

La misericordia forma parte de las cualidades del Profeta universal, (sobre él la Paz).. Y también constituye uno de sus nombres. El mismo es una misericordia para las gentes. Con anterioridad a él, (sobre él la Paz), la regla que Allah había establecido para las comunidades que desmentian la misión de sus profetas era la destrucción y el castigo subsiguientes. Con el Mensajero de Allah, (sobre él la Paz), la regla se transformó hasta el punto en que las consecuencias de la oposición de un individuo o de una comunidad al mensaje que Allah ha trasmitido, a través de sus profetas y enviados, quedan remitidas entre paréntesis hasta después de la muerte. Todo el mundo tiene, pues, la oportunidad de reflexionar sobre su postura ante éste tema mientras dure el plazo de su vida en éste mundo. Muhammad, (sobre él la Paz), es, por ello, una primavera para su propia comunidad.

El Viaje Noctumo que llevó al Mensajero, (sobre él la Paz), ante Allah fue uno de los hitos más importantes de su misión. En ese encuentro con la Divinidad fueron establecidos varios principios fundamentales del Islam, entre ellos, la oración y los principios que establecian, de manera nítida, cuál es la relación que Allah mantiene con Sus criaturas. 

La emigración a Medina supuso también un frescor para el mismo Profeta, (sobre el la Paz). Tras la penuria, las persecuciones y los malos momentos que atravesó, (sobre él la Paz), en su etapa mecana, llegaba el momento de la plenitud, de la satisfacción tras la pobreza, de la fuerza tras el desfallecimiento, de la capacidad después de la imposibilidad. Y la mayor primavera para el Mensajero, (sobre él la Paz), que reveló su muerte. Nadie como él fue molestado y perseguido. Nadie fue sometido al mismo grado de pruebas y calamidades como lo fue él, (sobre él la Paz). Incluso en el momento de su fallecimiento, su malla de combate estaba empeñada en casa de un judío para poder alimentar a su familia. Al morir, salía, (sobre él la Paz), de la estrechez de la vida en éste mundo a la amplitud de la vida ultraterrena junto al Compañero más excelso. Él mismo, (sobre él la Paz), dijo al respecto: "Mi Señor me ha dado a elegir el que las montañas se conviertan, para mí, en oro y plata. Pero yo he preferido pasar hambre un día y comer otro. De ésta manera, cuando no tengo que comer, recuerdo la situación en la que se está el pobre. Y cuando como, elevo alabanzas a Allah por su gracia para conmigo".

En el Corán se habla de cómo el embrión humano se deposita, siguiendo las disposiciones de la sabiduría divina, en un recipiente seguro (la matriz materna): "¿Acaso no os hemos creado de un liquido vil y después lo hemos colocado en un depósito seguro?" (sura 77 versos 20-21). Amina, la madre del Profeta (sobre él la Paz), fue para Muhammad ese depósito seguro. Su mismo nombre, Amina (fiel, segura), alude a tal cualidad. Él mismo, (sobre él la Paz), ostentó entre sus conciudadanos el título de "al-amin" -(el digno de confianza, el fiel)-, por quienes le encargaban sus depósitos. Esta situación continúo incluso después del anuncio de su misión profética. Y ello, a pesar de la oposición de sus convecinos a las propuestas del Islam. En la víspera de su emigración a Medina, (sobre él la Paz), encargó a 'Ali: "Cuando haya amanecido, devuelve estos depósitos a sus dueños". ¿De quiénes eran esos depósitos?.. Eran depósitos de gentes que no creían en la misión del Profeta, (sobre él la Paz). De aquellos que le desmentían y le daban persecución, pero que, (al mismo tiempo), y en su fuero interno, sabían quién era Muhammad. ¿A quién sinó acudieron para solucionar el litigio que había surgido en la disputa por ver quién sería el que devolviera la piedra negra a su sitio, tras la restauración de la que fue objeto la Kaaba?.. A Muhammad, el fiel, el digno de confianza. Una cualidad que se hizo evidente ante ellos cuando apareció en la escena de la discusión, tal y como se eleva el sol por oriente, sin que pueda negarlo sinó el ojo miope. Una cualidad, la de la confianza, la de ser él mismo, el depósito seguro, que iba a conservar durante toda su vida, (sobre él la Paz).

La alabanza y el alabado, el digno de alabanza, es otro de los muchos nombres que se aplicaron al Profeta, (sobre él la Paz). Ha sido llamado Muhammad en la Torá. Ahmad en el Evangelio. Y un capítulo entero del Corán le ha sido adjudicado. Ningún profeta o enviados anteriores fueron descritos o calificados con ésta característica. El Profeta, (sobre él la Paz), nos informa que él será el estandarte de la alabanza en el otro mundo, cuando se encuentre acompañado de los demás enviados. Y tendrá un lugar alabado tal y como dice el Corán: "Y consagra una parte de la noche en oración voluntaria para que tu Señor te resucite en una posición de gloria" (sura 17, [el viaje nocturno], verso 79). Y con la intención de alcanzar esa posición, aconseja a los creyentes, (sobre él la Paz): "Cuando escuchéis al almuédano convocar a la oración, rogad para mí la relación y el medio, pues conforman un grado que sólo uno de los siervos de Allah tiene derecho a obtener. Y espero que ese siervo sea yo". También sabemos que la alabanza es una ley religiosa y natural que tiene lugar cuando se llega a término alguna acción buena y correcta. No hay nada bueno que alcance su plenitud sin que obligue a dar gracias, tanto por imperativo de la razón como por la ley religiosa. Después de comer, ¿no forma parte de la etiqueta el dar gracias a Allah por los alimentos recibidos? Y ¿no ocurre lo mismo después de beber?. Y así nos informa el Corán en numerosas citas que: "Se decidirá entre ellos según justicia y se dirá: alabado sea Allah, el Señor de los Mundos" (sura 39, [los grupos], verso 75), "Y la paz sea con todos los enviados y alabado sea Allah, el Señor de los Mundos" (sura 37, [al-saffat], verso 181- 182). Y cuando los justos gocen de las delicias del Jardín exclamarán: "Y la conclusión de su súplica será: ¡Alabado sea Allah, el Señor de los Mundos!" (Sura 10, [Jonás], verso 10).

De la misma forma que Allah ha instituido la alabanza como cierre y conclusión de toda buena acción, ha conferido al Profeta, (sobre él la Paz), al dotarle de los nombres personales que participan de la alabanza -Muhammad, Ahmad-, o al dedicarle una Sura del Corán que se recita -Sura al-hamd, [la alabanza]-, o bien sea con los honores que le tiene reservados en la otra vida como estandarte de la alabanza, el carácter del sello de la Profecía. Sello que se observa en ser su misión el último punto de encuentro entre el Cielo y la Tierra, entre la Divinidad y el ser humano. Dice el Corán: "aquellos que trasmiten los mensajes de Allah, Le temen y que no temen a otro sinó a Allah. Y Allah basta para llevar la cuenta de todo. Muhammad no es el padre de ninguno de vuestros hombres sinó el Mensajero de Allah y el sello de los Profetas. Allah lo conoce todo. ¡Oh los que creéis, recordad a Allah mucho y alabadle mañana y tarde" (sura 33, [al-ahzab] versos 39-42). Agradeced a Allah, pues, el hecho de que nos haya hecho ser de la comunidad de Muhammad, de la comunidad del sello de la Profecía. No olvidéis lo que se nos ha relatado de Jesús, (sobre él la Paz), cuando Allah le mostró algunos de los méritos y favores de los que disfruta la comunidad de Muhammad, (sobre él la Paz): "¡Ya Rabb, hazme ser de la comunidad de Ahmad!". Esos nombres que incluyen la alabanza son, entonces, una prueba concluyente de que la misión del Profeta, (sobre él la Paz), pone punto final a la revelación divina al ser humano. Por esa razón lloraba Umm Salama tras la muerte del Profeta. "¿Qué te hace llorar?", le preguntaron: "Me hace llorar el saber que la revelación de Allah a los hombres se ha cortado para siempre al morir el Profeta, sobre él la Paz".

Por el testimonio de las dos nodrizas del Profeta, (sobre él la Paz), Zuayba y Umm Ayman, sabemos que Muhammad, (sobre él la Paz), fue una bendición (baraqa) que ellas transportaban, cuidaban y sentían como tal. Y continuó siéndolo, (sobre él la Paz), por cualquiera que fuese el lugar que pisara. Y así vemos como en su camino de emigración hacia Medina, hizo un alto en la tienda de Umm Ma'bad y le solicitó algo de leche. Umm Ma'bad se excuso de no tener nada, pues la única oveja tenía allí no daba leche. Pero el Profeta, (sobre él la Paz), se acercó a la oveja y rozó sus ubres en tiempos de escasez, al instante se llenaron de leche y pudieron beber hasta hartarse. Otra vez sucedió que los hombres de Medina se reunieron en torno al Profeta, (sobre él la Paz), para intentar una solución. Él, (sobre él la Paz), se dirigió a la casa de un hombre de entre los auxiliares -gentes de Medina que acogieron a los emigrantes de la Meca-, donde había sido invitado a comer. Los demás, pensando que la invitación era también con ellos, le siguieron. Al llegar a la casa no hallaron sinó un pequeño cordero, algo de caldo y un poco de pan. El Mensajero, (sobre él la Paz), desmenuzó con sus propias manos la comida. Después, ordenó al hombre que los presentes se acercaran a la mesa, así dispuesta, de diez en diez. De éste modo, fueron alimentados setecientos hombres jóvenes y fuertes, para los que no hubiesen sido suficientes diez o veinte camellos para darles de comer a todos. Abu Hurayra, nos relata, en éste sentido, cómo un día en que el hambre le angustiaba (había apretado su estómago con un cinturón), interpeló a Abu Bakr y a Umar diciéndoles: ¿Abu Bakr, Umar, quieres que te recite algo del Corán?". Su intención era la de captar su atención y advertirles de la situación tan penosa en la que se encontraba. Pero nadie lo entendía. Hasta que llegó junto al Mensajero de Allah, (sobre él la Paz), quien enterado, de éste modo, de su necesidad, le invitó a acompañarle. Pero le ordenó: "Invita a la gente de al-Suffa". Con Abu Hurayra había más de cien hombres de la "gente de al suffa" -los musulmanes pobres que vivían en la mezquita de Medina-. En casa del Mensajero, (sobre él la Paz), sólo había un cuenco con leche. Pero el Profeta, (sobre él la Paz), dijo a Abu Hurayra: "¡Da de beber a tus hermanos!". A pesar del hambre, Abu Hurayra no se atrevería nunca a desobedecer una orden o un deseo del Profeta, (sobre él la Paz). Y así lo hizo. Cada vez que un hombre bebía y bebía hasta estar satisfecho, Abu Hurayra miraba en el cuenco y lo hallaba siempre lleno. Cuando todo el grupo hubo bebido, el Mensajero, (sobre él la Paz), se dirigió a Abu Hurayra: "¡Bebe! Abu Hurayra, (que Allah esté satisfecho de él), y bebió.. Y volvió a beber, tras una nueva orden del Profeta. Y así, una y otra vez, hasta tener que exclamar. "Por Aquel que te ha enviado con la verdad, que no encuentro conducto para lo que queda". Estos son pequeños milagros que dicen grandes cosas. 

Assalamo aleikum. 

Shaykh Ahmad Salah As Sufi.