miércoles, 10 de noviembre de 2021

EL SILENCIO MÍSTICO NO ES MUTISMO. (Segunda parte).


 (Desde la actividad crítica del mutismo). 

Sólo como tal actividad vamos a analizar el silencio, es decir, confrontando el contrapunto del silencio - racionalidad (ideología). No hablaremos de lo positivo del silencio, es decir, su hermandad con lo místico, respecto a lo cual existen muchos y bellos estudios. Voy a hablaros del silencio relativo (del que tiene lengua precisamente) y sólo la utiliza para criticar y (silenciar) su lenguaje; y no del silencio absoluto y extático del místico: no hablo de esa liberación total del mundo y del lenguaje que puede suponer la "énosis" de Plotino, "la fuga del solo hacia el solo". Naturalmente tampoco me refiero al silencio de aquel que no tiene nada que decir y pinta su estulticia (ignorancia) con la aparente majestad de su mudez, sinó a la charlatanería que evidencia, denuncia y disuelve el lenguaje clerical que aturde la cabeza hasta que sale huyendo del lugar perseguido por el silencio aplastante que produce la ironía de su escucha y su conciudadano. 
El escepticismo, sabe de saber primero todo lo que se puede saber, y luego sabe que ese saber es saber para nada; donde el saber del saber es todo un lenguaje, la racionalidad (ideología), y el saber del saber en nada es justamente el mutismo, que no es escepticismo ni pesimismo sinó una actividad crítica, como hemos dicho anteriormente.. pero no se trata del propio silencio. 

Fuera de los límites del lenguaje aparece también la actividad analítica: la filosofía y/o el silencio.
El silencio es la convergencia de la descripción (lenguaje) de un término: 
1) Que la hace absolutamente posible (o que la hace posible a priori).. es decir, que la disuelve; 
2) Que la hace imposible.

El silencio místico, es el que surge en la contemplación y ante el sentimiento de todo en el mundo. Pero éste silencio, decimos, es el tema del primer artículo.
Veamos. Sí. Consideremos el silencio en el lenguaje. El silencio es la entraña más lúcida de los procedimientos decisorios para establecer una fórmula, porque demuestra que no hay un mundo en el que se habla, ni un lenguaje del mundo a modo exclusivo, sinó un mundo del lenguaje, (es decir), hay un lenguaje que construye un mundo: Describir es construir, y el silencio, sigue ese viejo principio que parece haber vivido a veces un impetuoso sentimiento y asombro ante el simple hecho de que exista algo. Vivencias que son impulsadas a manifestarlas en admiraciones como: ¡Qué sorprendente es que tan siquiera exista algo! o ¡Qué sorprendente que exista el mundo!.. Del que sólo se conoce lo que se construye. No estamos en un grotesco idealismo: hay un mundo, un universo, pero es lo místico, (lo fenoménico, el mundo del silencio;  aunque les pese a otros). Hay algo de lo que no se puede hablar, porque si hablamos de ello ya no es lo mismo, es lo figurado de nuestro lenguaje. Hablar (pensar), repito, es perder inevitablemente lo real. Es como en el laberinto de Dédalo, que el lenguaje del lenguaje no sale al mundo, sino al mundo en-totalidad-de-hechos-en el-espacio-lógico-(lingüístico), que es la definición del "mundo"; y esto no es más que corretear por los signos lingüísticos indefinidamente. La salida del laberinto es el silencio; éste silencio del que estamos hablando, es decir, aquella disolución del lenguaje en la absoluta posibilidad de describir al mundo aprióricamente, por el que le hemos definido en primer lugar. El mutismo (actividad crítica) es disolver el lenguaje hablando, o hablándole. El silencio es, la propia búsqueda del silencio, hablando claro: una virtud. La salida del laberinto es la progresiva destrucción de sus pasillos por la huella de los pies perdidos que lo recorren. 
Veamos esos pasos laberínticos y silenciosos hacia la disolución lingüística, es decir, como ya sabemos, hacia esa absoluta posibilidad lógico-descriptiva.

La forma general de la proposición (la esencia del lenguaje y esencia del mundo) y/o hacia el sujeto metafísico. Ambos, (que no son sinó lo mismo), considerando el nivel de lenguaje o/a nivel del pensamiento, respectivamente, son el recinto definitivo del apriori, el recinto supremo de la generalidad, donde se subsuma todo el hecho lingüístico o mundano en la inefable vacuidad de una lógica variable. Esta es la esencia de todo-data, porque por su aplicación apriórica se genera cualquiera de los que forman las totalidades de ellos y que son el mundo y el lenguaje.
El camino lógico lleva siempre éste "vector direccional": elemento, signo, símbolo, o, constante función variable. Seguir éste "vector" es el mejor modo de penetrar estructuralmente en el aparente discurrir del lenguaje entre las proposiciones citadas. A continuación, vamos a verlo únicamente en el aspecto preciso que suscita hoy nuestro interés. Pero tenerlo en cuenta para otras lecturas. 

Él es Quien os toma en la noche y sabe lo que habéis adquirido durante el día; luego, en él, os devuelve a la vida para que se cumpla un plazo fijado.
Y a Él volveréis para que os haga saber lo que hacíais. [
Corán, Sura 6 (De los Rebaños) verso 60].

Efectivamente, vemos quien disuelve el poder lingüístico, o lo que es lo mismo, denuncia y disuelve, (esencialmente) y (lógicamente).. ¿Podéis observar el silencio en el lenguaje y como lo disuelve?.

Hemos visto hasta ahora qué representa concretamente un mundo y un lenguaje determinado, esa lógica escondida tras los signos, de la cual, sin embargo, recibe todo ello su sentido, es decir, su condición de tales.
Nos, (la espiritualidad que opera en nos-otros), hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, oblicuo en el espacio y firme en el tiempo, ¿pero nos es consentido criticar su arquitectura y eternos intersticios para saber que es una ilusión?. Son palabras que deponen fronteras al mundo y al lenguaje desde la generalidad lógica, y muestran que cualquier mundo o lenguaje son parciales, puesto que dicen sólo los intereses (la lógica) de quienes los usan de ese modo. El mundo de cualquier casta ideológica es la "propia fantasmagoría", de hecho: el único bueno aquí sería un místico espiritual. 

La objetividad para cualquier paradigma lingüístico/ideológico, no significa, (como muchos creen), un dogmatismo positivista respecto a la afirmación de objetividad sólo para la ciencia. Ni mucho menos. La objetividad de los datos no es más que la construcción apriórica de ellos. La objetividad del conocimiento no es más que inter-subjetividad. Y la subjetividad no es sinó la circularidad de cualquier paradigma, grupo, casta ideológica, expresada, (además), inevitablemente, en un lenguaje dogmático. Toda casta, como la casta reproduce eternamente sus tipos, sus héroes y sus ideales. Frente a todo ello, el silencio es como una refracción permanente de cualquier lenguaje, no de su maravillosa estética, sinó de sus pretensiones de objetividad. El silencio, como salida o intento de salida, es como una (disolución) de un lenguaje circular cualquiera. El silencio es el disolvente de las ideologías, puesto que toda ideología es un lenguaje (un mundo). Pero no es por pesimismo. 
Históricamente, es como una exigencia de alejarnos de los hechos del mundo y volvernos al sentido de la realidad del cual él, (mundo), como parece, no consiguió hablar, y del cual, sin embargo, tampoco pudo callar, ya que toda su vida se esforzó por servirle. 
Cuando se habla de la solución de los problemas de la vida (y por tanto de cualquier ideología) no se puede comunicar. No es nada trágico, ni más ni menos, lógico: esos temas no pertenecen al mundo construible, dominante, malversado por el hombre, (es decir), al campo del que se puede hablar, sinó al mundo de la "sinrazón", al mundo no trascendental por ninguna racionalidad. Querer hacer "razón" (grupo, casta, ideología), eso es, naturalmente, lo contrario a la "sinrazón": no parece que resulte en pesimismo, sinó, por el contrario, es esencial (lógico) de cualquier ideología en libertad (de silencio): de una voluntad de independencia, de no vivir enajenados o, al menos, no estar más enajenados que lo esencialmente inevitable, dadas nuestras características mentales.

Así, el silencio que hemos descrito aquí, supone ciertamente un desenmascarar ideológico de todo lenguaje de casta como lenguaje de los universales, es decir, como el lenguaje de categorías y de  ciencias estrictas y pretendidamente realistas. Si no existen constantes lógicas, no existen tampoco conceptos de referencia para el sentido de estos lenguajes que no son figura (o reflejo), que no hablan, sino de universales ideológicos, al pretender hablar de las cosas. No hacen sino normativizar la acción y el mundo, y no son sino justificaciones o unas descripciones de lo real, (queridas), pero hechas en un lenguaje, no en el silencio. Pero las castas se revuelven en contra con su pretensión de cientifismo. Todas hacen análisis científicos y objetivos de la realidad, porque poseen un método y un instrumental de análisis, objetivos y científicos también ellos. Tienen ciencia para decir, manejar, construir y trasformar las cosas. El moderno fetichismo por la ciencia, y la adoración por su ideología. Sólo entre los límites del mundo y su lenguaje construido tiene validez esa su ciencia, y ésto es así, porque también el lenguaje científico adquiere un sentido por la lógica: la descripción (nunca forma una explicación) del mundo que realiza una cosmovisión científica determinada, que viene apoyada y posibilitada siempre por una serie de priorismos lingüísticos, que son las leyes naturales que admite; esas leyes naturales son más bien formas de leyes -que leyes-, es decir, posibilidades de una forma lógica para un lenguaje determinado de esta ciencia u de otra.

Realmente nos resulta difícil hablar sin coaccionar inevitablemente a las cosas. ¿Por qué hablamos, entonces?, ¿porque no hay cosas ni hombre fuera del lenguaje?..  Además, ¿de que es muy lícito hablar para después poder guardar silencio?, (sin lenguaje el silencio no existiría), o lo que es parecido, hablar para mostrar el silencio disolviendo el lenguaje. Los hombres, no tienen sobre ninguna cosa menos poder que sobre su lengua. ¿Por qué?.. Hablar parece responder en el hombre a un desesperado afán de huida hacia la individualidad metafísica formal (la constructora) donde se pierda el "yo" empírico y concreto: en las castas se pierde el "yo" entre la materia o entre el espíritu, pero se pierde, (ellos dicen "se gana", pero el "yo" es lo único con lo que cuentan, (y no lo pueden ganar, en tal caso perder). Se habla (es lo mismo que antes) por un desesperado afán de cotidianidad y familiaridad: que hay que definir y limitar el mundo y hacer de él un paisaje amable, para huir del miedo a lo desconocido, para huir de la angustia del "yo" asumido. Hablar ha sido siempre una añoranza religiosa, un consuelo que produce su poder para evitar el dolor de la decisión incierta. Hablar es un afán por salir de la trampa que se vive en esa tierra de nadie entre el sujeto y el mundo: hablar es querer dar ese "salto vertiginoso" al vacío del mundo que es, a lo místico, (es decir), a lo real. 
Querían construir una torre muy, muy alta, y Allah les cambió el lenguaje.. Es el inevitable destino de ser hombres, de humanizarse, de convertirse en humanos (pecadores), como Adán, precisamente por haber querido ser dioses.

Lo que se plantea como problemático en el punto de ruptura de la interpretación, en esta convergencia de la interpretación es hacia un término que la hace imposible. Podría muy bien ser algo parecido a la experiencia. Esta experiencia no es la sanción para un movimiento de interpretación, sinó que se aproxima al infinito de su centro. Sea lo que sea, la proporción es valiosa por la diversidad. Y hablar, (naturalmente), es un deseo muy humano, ya muy "humano", de manejar las cosas. Efectivamente, hablar es útil, a causa también de la imposibilidad del absoluto silencio. De esta actitud, en los hombres aptos para ella, surgirán nuevas formas de sociedades. Estas no necesitarán comunicación alguna a través de las palabras, sino que serán vividas y, por ello, mostradas por esos hombres. Y es que lo útil es relevante siempre y cuando se refieran a las condiciones de un mundo "ordenado". El silencio es un tesoro que aún no está del todo descubierto. 

Assalamo aleikum. 

Shaykh Ahmad Salah As Sufi.