No da el niño señal alguna de Inteligencia al nacer, pues los actos que realiza son debidos a los apetitos instintivos, y durante bastante tiempo, aún después de haberse manifestado aquella facultad, rige la vida del espíritu y de la sensibilidad, que es por la que se inicia la actividad del alma. Sin embargo, existe en el niño la Inteligencia dotada de las actividades é instrumentos necesarios para realizar el trabajo a que está llamada, y que desempeña, en una buena parte de él, mucho antes de lo que generalmente se cree, pues en los actos más sencillos de los niños pequeños, por ejemplo: el de rechazar una bebida que antes les supo mal, pues hay memoria de comparación, de juicio y aún de raciocinio.
Así, pues, el comienzo de la vida intelectual, que es como la aurora que nos advierte del amanecer del espíritu, puede buscarse en la misma cuna, donde los objetos que rodean al niño empiezan por excitar la atención de éste, impresionando sus sentidos, y mediante ellos su alma, por medio de las correspondientes sensaciones y percepciones, que, como es sabido, constituyen la base del punto de partida de la vida espiritual.
A medida el niño crece, adquiere esas impresiones de consistencia a la vez que se ensanchan, porque también se ensancha el mundo en que se mueve éste novicio de la vida; cada vez es más excitada su atención y se halla más cautivado, por lo que se ejercita más, de modo, que no sólo se fortalece, sino que al mismo tiempo se desenvuelve, ejercitándose con todo ello la Memoria y la Imaginación, que al facilitar al niño la adquisición de nuevas ideas, le proporcionan el medio para conservarlas.
Sin pretender que las facultades intelectuales sean superiores a ninguna de las demás, ellas constituyen la realidad del espíritu, por lo que debe darse en su desarrollo esa exclusiva preferencia de aludir, todo lo cual sería contrario a la ley de la armonía que hemos dado como precepto ineludible, como que rige la vida del alma, y es cierto que, por lo mismo que la Inteligencia nos sirve para conocer las demás facultades anímicas, su desarrollo es la base de toda la cultura del espíritu, cultura a la cual sirve la de Inteligencia como de instrumento, pues mediante ésta se realiza, como cuando tratamos concretamente la enseñanza y ha de verse, gran parte de la labor que supone el cultivar la conciencia, la voluntad y los sentimientos; es decir, de la educación estética y moral que, conjuntamente con la intelectual, constituyen la educación del espíritu humano, aunque siempre demandará más para marchar con paso seguro y desenvolverse discreta, íntegra y sanamente de los resplandores de la Inteligencia que, al iluminarlo, lo fecunda
sin violentar el desenvolvimiento natural y espontáneo de la Inteligencia, y valiéndose del procedimiento que ésta misma evolución aconseja (ir de lo conocido a lo desconocido, de lo compuesto a lo simple, de lo concreto a lo abstracto y de las ideas particulares á las generales), y, por último, en atender el comienzo y siempre que se pueda y sea pertinente, más que el fin de instruir al niño, de convertir su cabeza en un almacén de conocimientos más ó menos científicos, al que ofrecerle ocasiones de observar, analizar y comparar; de descubrir por sí y mediante éstas operaciones las propiedades de los objetos; de discernir las diferencias y las analogias que haya entre los mismos, sumando y restando las cualidades que observe; y siempre observando, analizando y comparando todo, y con ello favorecer el desenvolvimiento de sus sentidos, y que pueda llegar a formar razones y emplear con discernimiento la abstracción y la generalización pertinente. De éste modo, podrá conseguirse que se haga, más que recopilador y repetidor, observador y pensador, que le suscite el pensamiento individual.
Después de ésto, que nunca debe desatenderse, y que constituye siempre la base de toda cultura intelectual bien entendida y discretamente llevada, puede sin riesgo alguno de fracaso, antes con buenas garantías de éxito, atenderse a lo que hemos llamado la cultura positiva de la Inteligencia, ósea, el suministrar al niño mayor o menor unos conocimientos más o menos científicos, con la intención de que le sirvan, no ya para desenvolver o disciplinar sus facultades intelectuales, sino para que pueda aplicarlos en provecho del resto de su cultura (estética, moral y fisica) y para satisfacer las necesidades que impone para todos el negocio ordinario de la vida, la vocación, la profesión que se elija, etc.
Desde la cuna hasta la sepultura, la cultura.
Tomada en el sentido que se acaba de exponer, la enseñanza no es sólo medio y forma de la educación, sino el total de ésta, cuya función asume, en cuanto que, en último término, la educación no es otra cosa que el resultado de las enseñanzas (consejos, direcciones, lecciones, etc.) que recibimos, y de nuestra aptitud y nuestro trabajo para asimilar todo eso y formar hábitos en correspondencia con ello.
Considerada desde el punto de vista de una mera función intelectual, la Enseñanza comprende la cultura formal y la positiva de la inteligencia, ósea, la educación propiamente dicha de ésta facultad y la instrucción, por lo que se unen y engloban en ella los llamados métodos de cultura y métodos de instrucción. He aquí, por qué es la característica de la escuela primaria, de la que no sin fundamento se llama la primera enseñanza.
Las funciones del pensar son el ejercicio de éstas facultades, o en términos generales, de la actividad del espíritu, considerado de parte del sujeto que piensa, el movimiento y la dirección de éste hacia lo cognoscible; las operaciones, esa misma actividad considerada parte del objeto pensado, la información que éste recibe en el pensarmiento como resultado de las funciones. Así, son funciones del pensar con atención, la percepción y la determinación o penetración, en operaciones y resultados, el concepto, el juicio y el raciocinio. – La atención es la tendencia o dirección del pensamiento hacia los objetos que lo soliciten: es como la mirada del espíritu, y el primer acto de éste para conocer los objetos; es la percepción, resultado de la atención, y la vista o intuición presente en nosotros, y determinación en la continuidad, que es el enlace de las otras dos funciones.
Es pues, la Intuición, un medio de desarrollo y disciplina de las facultades mentales, y constituye una verdadera gimnasia intelectual, en cuanto que, como más arriba queda dicho, impulsa y excita al niño a la observación, al análisis y la comparación, etc.
Es un instrumento para comprender el mundo y la vida hasta cierto punto, pero es un error suponer que es el único instrumento con el cual contamos.
La intuición, es la comprensión inmediata. Cuando el pensamiento nos falta, podemos encontrar, mediante una búsqueda prudente y delicada, el estado intuitivo en el cual hallamos una guía primigenia. La intuición está a nuestro alcance, dentro de nosotros, y todos
podemos descubrirla, aunque muy
pocos se toman el trabajo de buscar en su interior, y por tal razón, son muy pocos los que la encuentran.
¿Cómo se despierta la intuición?
Cuando el razonamiento, el intelecto pensante, deja de actuar y cesa en su actividad, la intuición tiene el camino libre para manifestarse. Cuando las ondas del pensamiento cesan de ondular sobre la superficie del espíritu, éste último se
convierte en algo semejante a un espejo en el cual la intuición puede reflejarse sin molestias ni deformaciones. Por lo tanto, es necesario hallar algunos medios para reducir la constante agitación del intelecto.
Esto puede realizarse mediante un doble proceso. El primero consiste en realizar un esfuerzo para canalizar el pensamiento y dirigirlo por un determinado camino, por ejemplo: concentrarlo sobre una idea abstracta y elevada.
La segunda practicar fielmente y a conciencia el ejercicio de la contemplación, y si se ha contemplado con espíritu elevado, querrá decir que ésta parte del proceso se ha realizado, hasta cierto punto, y que algunos tendremos el beneficio de la intuición.
El concepto intuición es el primer conocimiento que formamos y por eso mismo es genérico, y está dentro de la relación del concepto que une dos conceptos; el raciocinio y espíritu del conocimiento, y la relación que existe entre los dos, se le llama juicio de juicios, en referencia de unos a otros.
Ya pueden emplearse para instruir a los niños, lo digo, para formarles en algo más eficaz que en ponerles costumbres ansiosas, antes que instructivos ejemplos sobre las cosas que queréis hacerles practicar y evitar. No hay palabras, por enérgicas que sean, que les den idea de las virtudes y de los vicios tan bien como las acciones de los demás hombres cuya imagen se les presenta. Nada hay que penetre el espíritu de los hombres tan dulce, y tan profundamente como el ejemplo cariñoso. De aquí su importancia como disciplina moral, ética y espiritual.
En efecto; para despertar nuestros buenos sentimientos é inducir la práctica del bien, la contemplación, disfrutar de la Naturaleza, un acto caritativo, una vida honrada.. El amanecer de un hermoso día, los actos piadosos de una buena madre; un niño que se priva de su bocadillo para dárselo a otro que lo necesita más que él, y aquel que expone su vida desinteresada y espontáneamente por salvar la de alguno de sus semejantes; una familia que goza de la plácida tranquilidad que proporcionan la conciencia del buen obrar y una honradez intachable; todos éstos actos, son propiamente de Intuición moral, y dicen más al corazón y a la conciencia, sobre el Supremo Creador, que la simple virtud de la caridad abnegada, sobre el bien que reporta vivir como buenos, y que todas las teorías morales sobre tales asuntos puedan enseñarse a todos los niños, y que todos los discursos que puedan dirigirseles a propósito de éstos mismos.
Assalamo aleikum.